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Cuando cantas con el alma, llegas al alma. Quizá este sea el mejor resumen que podemos hacer del concierto de Shuarma de ayer (16 de noviembre) en la sala Music Hall de Barcelona, dentro del circuito Budweiser Live.
En un sorprendente formato acústico, con el público sentado, custodiado por bombillas de cabaret y en compañía de su guitarra y un bajo, Shuarma desplegó, no sólo su penetrante, delicada y desgarradora voz, sino una enorme sábana de profundidades emocionales con la que envolvió a los asistentes. Esa vasta tela invisible a veces la usaba como manto de cobijo, en sus temas más oscuros, y otras como vela que, empujada por la potencia de su actuación, lograba transportarte a lugares recónditos de ti mismo.
Si se debe estar preparado para dar un concierto de este tipo, también hay que estarlo para recibirlo. Bien es cierto que las letras del compositor catalán no son indicadas para apáticos emocionales, pero el conjunto de la actuación estuvo bien calibrada. A veces con la emoción a flor de piel y otras con la esperanza de la mano, la sensación era de estar tejiendo una tela de araña al rededor de su garganta donde pareció terminar todo el mundo atrapado.
Sonaron 16 temas en algo más de hora y media de actuación. La selección recorrió su último trabajo grabado en directo, "Grietas en una casa abandonada", así como temas de discos anteriores y alguna que otra sorpresa. El formato acústico permitió saborear con mayor intensidad cada detalle de la actuación. Y los momentos de silencio tras los aplausos del público entre canción y canción, lejos de enfriar el ambiente, se antojaban como segundos de toma de aire para quedarse sin respiración después.
by LittleBlue
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